Bienaventurados los desventurados

 

              Henry Holiday, Dante y Beatriz


Bienaventurados los desventurados
Carentes de orgullo, no ensimismados.
Bienaventurados los secos de espíritu,
Pues más que el dorado Febo serán coronados.

Bienaventurados los desdichados,
De ojos salados, de pecho contraído.
Bienaventurados los malparidos,
los de alma herida, por el mal afligidos.
Bienaventurados, pues serán consolados
por un Cristo herido, coronado de espinos.
¿Cuánta fue su indecible y cruda agonía,
Para dejar al sol del todo oscurecido?

Bienaventurados los tontos del mundo,
Porque, mansos, heredarán sus reinos.
De pez en boca, de viuda el sueldo,
De vida el martir, el martillero
los nombra del orbe, por sangre, dueños.

Bienaventurados los hambrientos,
Los de la insípida justicia sedientos;
Dichosos, contentos, repicando de alegría,
tinajas de barro en tientos.
¡Se anegarán sus lenguas en un río de vida!

Bienaventurados los misericordiosos,
Los amados y perdonados antes.
De sárdica, topacio y carbunclo,
esmeralda, zafiro y diamante,
ligure, ágata y amatista,
berilo, ónix y jaspe,
tienen revestido el pecho,
Estuche de carne que en barro late.

Por tanto alaba, corazón pobre, sucio y herido.
Espera y alaba, absorto, la deliciosa mirada.
Alaba sumiso, carente de orgulloso egoísmo.
¿Qué gloria más elevada que la tuya,
Oh bajeza más baja, si has de ver a Dios mismo?

¡Bienaventurado este poeta,
de tan pobres y miopes versos,
Bal-buceando en el misterio,
porque ha de ver a Dios!



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