¿Por qué deberíamos leer a Homero?
Cuadro de Gustav Doré, Triunfo del cristianismo sobre el paganismo.
Hay un desacuerdo abismal entre los cristianos acerca de si deben, o no, usar la literatura pagana con fines cristianos. Es decir, ¿Justifica el fin el uso de medios que son, cuanto menos, los frutos dorados de una de las peores idolatrías? ¿Deberiamos quemar la obra de Homero y Virgilio como quemó Pablo, en la plaza pública, los libros de brujería? ¿Deberíamos abandonar la lectura de los mitos, a los que algunos respetables cristianos han catalogado como "pornografía intelectual"?
Estas inquietudes vienen de lejos. Fue Tertuliano quién lo resumió de manera excelente al decir: "¿Qué tiene que ver Atenas con Jerusalén?".
San Agustín nos animó a saquear la literatura pagana de la misma manera que los israelitas saquearon Egipto al huir. Si recuerdan, ellos se llevaron el oro, y lo usaron para labrar el mobiliario y los utensillos para el Señor. Las riquezas del pagano están reservadas para el justo, dice Procerbios 13:22. Después de todo, ¿de quién era el oro de los Egipcios? Era de Dios, el Señor y creador de todo el cosmos, y de todos los valores del cosmos, tanto materiales como intelectuales. San Agustín tenía un dicho ingenioso para decir esto: "Toda verdad es verdad de Dios". Cut down agustiniano sobre Tertuliano. En él (en Cristo) están escondidos todos los tesoros de la sabiduría y el conocimiento" (Colosenses 2:3).
Pablo usó la misma estrategia en Atenas, en el areópago, la colina de Marte, al debatir con los epicúreos y los estoicos: "Dios es el Señor de la verdad, de la sangre, y de la tierra, y les ordena que se arrepientan de haber saqueado sus bienes". Dios los acusa de plagio mitopoético. C.S. Lewis, un poco más gentil, llamó a esos deseos incrustados en la épica pagana "buenos sueños", aludiendo al hecho de que el Evangelio los ha cumplido, y aún superado con creces.
Alexis Louvet, parafraseando a Tolkien, lo expresó así: "el cristianismo no ha desterrado las leyendas: las ha santificado". "Cristo -continúa Louvet- es el verdadero Jasón y Hércules, el verdadero Amor con su Psyque (el alma humana), el verdadero Teseo con su Minotauro, el verdadero Orfeo con su Eurídice (la humanidad), y no solo el verdadero Isaac y Booz" (Alexis Louvet, Apostillas al poema Mitopoeia, pág. 19).
Y es que, si bien Booz no nos salva, ni es nuestro más excelente ejemplo a seguir, si que nos ayuda a comprender mejor a Cristo. Los mitos también, nos ayudan a entender mejor el gemido y esa sed de la humanidad por un poco de belleza, gloria y redención. La idea de Balder, el dios de la alegría, muriendo trágicamente en su juventud, señala a Cristo. Es una de las tantas luciérnagas, o rayos, en medio del caos y la oscuridad del paganismo antiguo.
Sombras demasiado brillantes
Pero... ¿Qué sería de nosotros si el canon homérico fuera nuestra Biblia?
Peter Leithart, en su libro Heroes de la ciudad del hombre, nos da un bosquejo de esa horrible realidad:
"Si los dioses son como los representan los mitos griegos, entonces, como sugiere la obra de Hesíodo, la guerra y el conflicto son la realidad última. Dioses y diosas compiten y luchan entre sí, promoviendo el bien de sus favoritos y oponiéndose a sus enemigos entre los hombres. La paz es inherentemente imposible en un mundo politeísta. Esto, sugeriré, es responsable de la desesperación que, según C. S. Lewis, impregna las epopeyas homéricas. Homero describe vívidamente el horror y la devastación de la guerra (así como sus glorias y bellezas), pero no ve otra forma de vida más que la guerra. ¿Cómo podría? Si los propios dioses están en guerra, ¿cómo podemos esperar paz en la tierra, alguna vez?".
Si el politeísmo ateniense fuera la realidad sobre nuestras cabezas, ¿cuál sería la bendición resultante aquí abajo?
A) caos
B) totalitarismo
C) fatalismo
D) todas las lindas opciones anteriores...
Es Cristo o el caos. Esta realidad, sin Cristo, sería un eterno tártaro. Pero gracias a Dios esta no es nuestra historia, ni la historia del mundo.
Sabemos que la Biblia proclama desde el principio que hay un solo Dios, Yahvé, que creó un mundo muy bueno, y que gobierna todo el tiempo, y sobre todas las cosas. La violencia y el mal no están inscritos en el código genético de la creación, sino que se deben al pecado y a la maldición que pesa sobre esta. La realidad última, gracias a Dios, no es una pandilla de dioses adolescentes con problemas de lujuria.
Peter Leithart, de nuevo:
"La realidad última son tres personas en una eterna comunión de amor. Sobre nosotros yace un Dios que es amor, cuyo amor se desbordó al crear un mundo que no necesitaba y al redimir a un mundo que se había alejado de Él. El cielo no es un campo de batalla ni una prisión; es un salón de baile lleno de música. Y, un día, la tierra se unirá a él".
Mutatis mutandis
Pero ¿por qué los mitos son tan atractivos? Y la respuesta puede que se encuentre en la cita de Lewis al inicio, acerca de los mitos como expresiones poéticas de deseos y realidades trascendentales. Y si la realidad última está determinada por Cristo -como de hecho lo está-, y este es su mundo, se sigue que nuestra imaginación no tiene la capacidad de moldear alguna otra realidad alternativa totalmente nueva.
La larga tradición de los mitos paganos es, entonces, el resultado de la guía de la gracia común, o general, del Espiritu Santo sobre los gentiles. Fue Dios quien -como enseñó JRR Tolkien a CS Lewis- preparó a los pueblos para el Evangelio, y al Evangelio para los pueblos, revelándolo a través de sus paganos poetas y soñadores de mitos. Ahora bien, no estoy diciendo que Dios ha engañado a los paganos, sino que ellos distorcionaron el mensaje de la revelación general, y que este, aún diluido, llegó a ser una luz que apuntaba a Jesucristo de diversas maneras asombrosamente reveladoras. El mito, por tanto, es fruto directo de la revelación general, aunque corrompido por los efectos noéticos del pecado.
"Pero nosotros tenemos la palabra profética más segura, como una antorcha que alumbra en un lugar oscuro"
-2 San Pedro 1:19
¿Debo, entonces, leer los mitos? Si y no. Por los motivos correctos que ya mencioné si, por un sentido de obligación moral o epistémica, no.
Usted puede leer los mitos, y beneficiarse mucho de ellos, usando de nuestro mapa, antorcha y balanza, que es la Biblia. Sin embargo, las fábulas artificiosas ya no son fundamentalmente necesarias para los hombres, porque el Espiritu ha revelado la verdad del Mito, del mito verdadero, a través de los profetas que escribieron su revelación. La superstición fue reemplazada por la inspiración.
El hombre, que fue creado para buscar a Dios incansablemente, ha sido encontrado por Dios. La verdad nos ha encontrado cuando íbamos a tientas a su encuentro y, para hacerlo, ha atado los lomos de su Divinidad y nos ha salido al paso con paso de hombre. La Luz que ilumina a todo hombre que viene al mundo, ha venido al mundo (Juan 1:9). El mito se hizo hecho -a decir de Lewis- sin dejar de ser mito, y ha cumplido con las expectativas mitopoeticas de judíos y gentiles.
Dante escribió en su Comedia que:"loco es quien espera recorrer con la razón desnuda la via que lleva a una esencia y tres personas". Pero el camino a la locura, como dije arriba, no es de doble mano. Dios ha descendido a buscarnos en una demostración de perfecta cordura. El Hijo del hombre es el camino, la verdad y la vida. Y Dios no es hijo de hombre para mentir al decirnos que él mismo es el Hijo del hombre.
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