Flor de la pasión

 

Esta fotografía fue la que tomamos ayer en nuestro paseo.


"La educación moderna está saturada de cinismo y escepticismo. Es común escuchar a los estudiantes quejarse con preguntas como: "¿Cuándo en la vida usaré el cálculo?" o "¿Por qué necesitamos aprender esto de todos modos?" Dado que las sensibilidades modernistas están dominadas por el utilitarismo y el pragmatismo, se supone que la educación sólo tiene valor debido a su utilidad social y sus beneficios económicos [...] Los educadores clásicos no están inmunes a estas tendencias utilitaristas". 
Así comienza Steve Turley la introducción de su libro "Teología del asombro". Un libro donde se discute el cinismo, que es fruto directo de la moderna educación pragmática y utilitarista, que tiene como presupuesto fundamental la concepción de un mundo que es fruto directo del azar; un mundo de hechos de causa y efecto, desprovistos de sentido, y que imposibilitan, ipso facto, la existencia misma de la verdad, la bondad y la belleza.

Turley continúa:
"En su Timeo, Platón propuso que la contemplación del cosmos podría llevar al alma a Dios y así trascender el cosmos, un concepto que encontró eco en De Philosophia de Aristóteles. Esto se debe a que, para la tradición clásica, el mundo y el cosmos eran lo que en teología llamamos “diáfanos”, es decir, toda la creación es un reflejo temporal de la Belleza eterna de lo divino. Y el papel de la cultura era proporcionar manifestaciones materialmente sustanciales y palpables de la realidad divina incrustada en el orden cósmico".
Luego, él ofrece un ejemplo frecuente del cinismo pragmático y utilitarista que domina las aulas modernas:
"«Y cada vez que miren al cielo», les dije a mis alumnos de Teología Bíblica, «y vean pájaros volando con las alas extendidas en cruz y en V, recordarán la victoria de la cruz de Cristo sobre el pecado, sobre la muerte sobre el diablo». "¿Cómo lo sabes?" Preguntó uno de mis estudiantes. '¿Cómo sabemos que existe alguna relación entre la letra 'V', los pájaros? ¿Y la cruz?'".
La belleza y la simbología son realmente importantes para el educador clásico, aunque estas no garantizan autos de último modelo, ni vidas acomodadas... Las cosas, después de todo, no son lo que valen. Valorar una cosa solo por la utilidad que tienen es, cuanto menos, abrazar una visión demasiado reduccionista de la realidad.

Peter Leithart, a su vez, escribió:
"Dios, en cambio, creó un mundo que no necesitaba. Él era perfectamente Dios y estaba perfectamente satisfecho antes de que el mundo existiera. Libremente, con puro amor y bondad, creó algo diferente de sí mismo. Su creación no fue funcional, repetitiva ni necesaria para su supervivencia como Dios. Más bien, la creatividad de Dios se manifiesta al crear una profusión de cosas innecesarias que exhiben una belleza innecesaria: cosas innecesarias como el derroche de color de las aves tropicales, como la sobrenatural del pelaje de las chinchillas, como tú y yo" (Peter Leithart, Héroes de la ciudad del hombre).


Ahora sí: la Passiflora.

Ayer por la tarde, mientras paseábamos con mi hijo por el campo, vimos un ejemplar de mburucuya en flor, y le tomamos una foto a una de sus flores. La planta en cuestión pertenece al género Passiflora, denominada así por Linneo, en su taxonomía botánica, a mediados del siglo XVIII.

"¿Para qué una introducción tan larga?", pensarás. Y es que, como leerás abajo, esta flor tiene una simbología profundamente Pascual, y casi rotundamente olvidada por los cristianos, no apta para cínicos y posmodernos. A mi, en lo personal, me pareció providencial el haberla visto colgando de un alambrado de madera y acero, justo en medio de la cuaresma.

He aquí lo que la flor significa:

Los pétalos representan a los apóstoles, y son diez, puesto que Judas ya se había ahorcado y san Pedro se había retirado para llorar su culpa tras las negaciones. Los filamentos, en forma de círculo, representan la corona de espinas. La flor tiene tres pistilos, que simbolizan los clavos con los que Cristo fue clavado en la cruz, y cinco estambres, asociados a las cinco heridas. Los zarcillos de la planta (trepadora) se asemejan al flagelo de los latigazos. Y, si sigue buscando, de seguro encontrará más semejanzas en ella.


El blog modifica, a veces, lo que subo. Espero entiendan si encuentran algún error o incoherencia...

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