Jueves, Jeeves!
Jueves, otra vez, como el nombre del hombre en aquella novela de Chesterton. Jueves santo, además. La risa no resuena en la cavernosa mazmorra infernal, ¡Tenlo por seguro! Jesús compró esos vaivenes diafragmales, que suelen ir acompañados de una feroz y cerebral tormenta eléctrica, con su propia sangre. Así que, no se le ocurra menospreciar estas trivialidades tan costosas. Como ese arete barato que usted sólo valora porque perteneció a su abuelita... Aprecie el mundo, pues es una chuchería semejante.
Esta es la frase -y una de mis favoritas- de este bendito jueves:
"Era una de esas tardes tranquilas de verano, en las que se puede oír a un caracol carraspear a un kilómetro de distancia".
- PG Wodehouse
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