Un soneto

 

   - Pintura de Rubens

Ayer se presentó ante mi la imagen de un cielo amenazante de rayos y, en respuesta, las pequeñas centellas de las herraduras de los caballos contra las piedras. Entonces decidí escribir este soneto improvisado.


Aquel que el cielo llena de ventura,
De truenos aciagos y atos de rayos,
La vida bendita del pueblo de Argos
Vió peligrar bajo sombras oscuras.

Rebosante de piedras y mil herraduras
centelleando al trotar de caballos,
Sobre lobregos y ruinosos campos,
El camino a sus hombres llevaba a la altura.

Ya las montañas alzarse veían
Salpicadas de vacas y pastos,
Y en sus faldas los nobles valientes subían.

La nariz del caballo de gloria se henchía,
Y pateaban con fuerza orgullosa los prados,
Do aquellos en nombre de Dios vencerían.




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