Hacia el Oeste

Caspar Friedrich


 


Mientras las casas crujen en inviernos blancos,
y dragones acechan bajo avernos ocres,
ardientes cafés, en cuencos de roble,
se derraman, ungiendo la boca de los santos.

Tras inundar el alma con brebaje amargo,
salgo del almo refugio a la intemperie,
al mundo que, parloteando indiferente,
pellizca con su helado aliento mi piel de barro.

Gris, lejano, y enormemente basto,
el mundo como trino palco;
donde cada liquen es verso,
donde cada roca es llanto.

Decidme, ¿qué gracia común a los arroyos,
del carmesí fruto deseable,
de pardo color y aroma afable,
nos convocó así, con guiños toscos?

El Viento es, y con ímpetu bárbaro,
ondeando, me arroja hacia el oeste,
de regreso al Edén, do nuestras fuentes
beben en arcilloso suelo, rojo y blando.

Gris, lejano, y enormemente vasto,
el mundo como trino palco;
donde cada liquen es verso,
donde cada roca es canto.

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