Cristo, nuestra pascua
"El huevo no cabe en sí, turgente de promesa, la naturaleza muerta palpitante. Blanco tan frágil, mantiene un sol ocluido, que vivirá, espera".
-Adelia Prado, poema: Huevos de pascua.
Sin la Pascua todo es una “Vanidad de vanidades”, dice el Predicador: "Todo es vanidad". La vida, tal y como nos dice en el libro de Eclesiastés, es un ciclo repetitivo y tedioso; todo lo que es y todo lo que será, ya ha sido y dejará de ser. No hay nada nuevo bajo el sol. Lo torcido no se puede enderezar, lo que falta no se puede contar. La vida es dolorosamente absurda, y un correr tras el viento, lleno de pena y de dolor.
La muerte vuelve inútil todo placer, logro y alegría, porque los vuelve temporales. Los hombres son como la hierba que rebrota: por la mañana florece, pero por la tarde se marchita y se seca (Sal. 90:6). Así dice Salomón, el hombre más sabio que jamás haya existido. Y este mal no sólo es inherente al ateísmo militante, también lo era a las religiones politeístas. Atenea, la diosa ojizarca, bien decía en la Odisea que ni aún los dioses pueden salvar de la muerte a sus fieles. Ellos eran parte del mundo, y este se retorcía bajo la tiranía de la muerte sin esperanza.
Si Jesús no ha resucitado, Vana es nuestra fe, y vana es nuestra predicación.
Gracias a Dios este no es el caso. Como escribió Douglas Wilson:
"Si la historia del mundo antes de Cristo era una novela larga, sombría y terrible, Dios, con gran habilidad, ha avanzado hasta el último capítulo, mientras estábamos atascados en la mitad del libro, y ha escrito el desenlace en la mitad, transformándolo por completo. En lugar de dolor y tragedia interminables, ahora tenemos, en palabras del pastor Leithart, una comedia profunda".
Si Cristo resucitó -y verdaderamente resucitó- deberíamos abandonar toda desesperanza. Y no solo nosotros. El día de la resurrección también incluirá al mundo que te rodea, querido gnóstico que me lees. La creación, como dice San Pablo en Romanos 8, gime anhelando lo mismo que tú. Ella no espera vivir sin cuerpo en una nube tocando el arpa. Ella está arremangada, ansiosa, y comiendo huevos de chocolate en la misma mesa pascual. Este mundo morirá, igual que tú. Pero el mundo también resucitará, tanto como tú. Dios no cambió de planes para, ahora, salvar al malo y desechar a aquello a lo que llamó muy bueno y hermoso en Génesis. La redención se parece más a la ilustración de Lewis, de matar a las ratas y salvar el granero, en lugar de quemar el granero por entero.
Más sobre esto en mi entrada sobre "La redención cósmica y el arca": https://lafrivolidaddelaortodoxia.blogspot.com/2024/09/la-redencion-cosmica-y-el-arca.html
El conejo de Pascua
"Los montes altos para las cabras monteses; Las peñas, madrigueras para los conejos"Para nuestro contexto semicristiano, las fechas del calendario litúrgico se volvieron un tiempo de un sentimiento general de excitación, alegría y gratitud, pero sin un objeto directo en la oración. "Pero hay conejos de chocolate", objeta fulano. Se niega al Dador, al Salvador, y se pretende seguir con el jolgorio. Se niega a Grendel y al Beowulf, y se pretende ir al Meadhall a alegrarse con hidromiel. Nuestro conejo blanco despierta con los primeros rayos del sol naciente, y sale de su cueva cavada en la roca -sale del seol- porque estuvo durmiendo ahí adentro durante la noche; y sale trayendo una cesta con huevos de chocolate decorados con los colores de la primavera, pero nadie parece entender la referencia... Pero si Cristo no resucitó, como dice San Pablo, comamos huevos de pascua y bebamos, que mañana moriremos. Más, si Jesús resucitó, comamos y bebamos porque, aunque muramos mañana, pasado mañana resucitaremos. Los huevos son un símbolo glorioso de resurrección, así como las crisálidas, y no son un invento de Astaroth: son una obra de Jehová. Como en Purim, cuando Dios libró a su pueblo de la muerte por mano de Ester y Mardoqueo, decidieron celebrar la liberación de la muerte por medio de la gratitud y obsequiándose comidas, vinos y tortas:
(Salmos 104:18).
"De manera que, hasta el día de hoy, los judíos del campo que viven en aldeas remotas celebran un día feriado anualmente en el día señalado a fines del invierno, en el cual se alegran y se mandan regalos de comida unos a otros" (Ester 9:19).
¿Regalos de comida basado en qué? En la alegría de ser librados de la muerte eterna y de la separación de Dios, evidentemente. No se necesitan justificaciones para celebrar con regalos y comidas una obra tan grande de liberación divina, incluso si el hombre y la mujer que usa para librar al pueblo se llaman Ester y Mardoqueo, ambos en honor a los ídolos paganos Marduk e Ishtar. A pesar de que es evidente el símbolo del huevo como emblema de la vida y la resurrección, usted puede gustar o no de él... ¡Allá usted! A mi me tiene sin cuidado, siempre y cuando deje en paz a su prójimo, sea que este coma pavo, huevos de chocolate, o sople una vela en su cumpleaños.
Ah, casi lo olvidaba... El mundo es nuestra casa, sus dinteles son el cielo, y Cristo es nuestra pascua. ¿Todo claro?
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